NuDo DramaTico

Tenía nudos en la espalda, eso dijo ella acomodándose de rodillas, al parecer la tarea sería ardua, con un movimiento imperceptible se monto en el declive de mi cintura.
Atrapada entre sus muslos sentía como desanudaba el dramatismo atado a mi cuerpo.

Movía sus manos y trataba de reconstruir las barreras que la emotividad me cobraba como deudas, galopaba borrando las huellas, cada ciertos segundos sentía sus pechos erizados apuntando como misiles en busca de mi corazón. Una aguda voz anunció que acababa la sesión.
Me ate la toalla y camine hacia el sauna. Estaba en medio de mi proceso de limpieza antes acabar el año, los vestigios con que el rigor de nuestras rutinas iba imprimiendo se transformaban en antiestéticas señales de la infelicidad con que debía cargarse el saco de la existencia. Me negaba a exhibir mi desgracia.
Ella había mirado dentro de mí, el contacto epidérmico me desvestía. Sudando apoyada en mi espalda, mirando un impreciso punto de mis pies, descubrí la unión que de pronto habíamos establecido sin mencionar palabras.

Fui directo a la ducha, antes de salir pedí unas sesiones más de masaje, me ofrecieron un tratamiento que mezclaba aromas y líquidos. No dude al imaginarla transformándose desde unas manos a un estado acuoso y perfumado.

Llegue a la casa, las fiestas comenzaban a acompasar letras sobre el cambio de año en los hogares y recepciones masivas, yo con mis mejores pasos de baile tarareaba, como todos, que la vida sería mejor. Siempre oculto la desgracia. Para dejar el dramatismo atrás decidí mostrar aquello que desequilibraba la balanza a mi favor. Con la espalda ante el espejo nadie podría imaginar como el mundo se imprimía en ella.
Metida entre la masa, aunque detestaba perderme, comencé a bailar con la esperanza de construir felicidad.

Todo eran metáforas desde un tiempo hasta ese segundo exacto. De pronto las cosas dejaron de lado débiles percepciones y con ella soplando mi existencia vertebral las divagaciones en busca del sentido fueron certezas.
No nos vimos venir, ella sólo dijo sentir como su cuerpo se encaminaba hacia mi espalda, soplo para ver la reacción epidérmica y luego volvió a apuntar en busca de mi corazón.
Al dar las doce en mi hogar había prendido una vela roja, el primer año en que rogaba por pasión, aunque antes como en ese minuto no constituía carencia, quizás un error, quizás destino, la encendí, minutos más tarde ella estaba tras de mí. Pasión, los años en la filosofía habían destruido mi imaginación y lo reducían todo a silogismos.

Ella ante la tensión delatada en mis nudos, expulso el dramatismo. Me desataba, su cuerpo contorneado dejaba de lado la tensión pasional y todo fluía. Esa noche renací, un par de veces. El año se inauguraba así, con mi cuerpo entre sus manos.
Nos deseamos la felicidad con muchos abrazos.

La boca no la usamos, las cosas fueron dactilares. Ella todo aroma y fluido exhibía su belleza y ocultaba, no como yo, su falta de desgracia. Llena de gracia su cuerpo se dedico a contenerme. Me quede a vivir en su espalda, encordada, me dio por dudar sobre mi estado como materia.
Ella reía, yo en su espalda. Siempre cierro los ojos cuando me siento bien, será que el mundo me espanta la felicidad, será que no quiero ver. Cuando abrí los ojos vi que nos enredábamos, las historias son así un comienzo, un nudo, un final. Pero no acabábamos
El final del primer día anual, se distendía con el nudo bien atado.

Tras la época de estrés un electrocardiograma parecía una buena mirada en mi estado corporal. Observando la algidez y declive, mi corazón delataba estar ante un abismo.

La toque ahí, ella olió algo de mí. Sonreíamos y eso no podía dejar de ser una señal que nos amarraría por mucho tiempo, era la tercera vez que nos veíamos. Esa tarde practicábamos nudos, era juego, nos quedamos así un día completo y el cuerpo se fatigo. Ella diseño un mapa de cómo relacionarse con mi cuerpo, yo me pinte un círculo en el lado izquierdo del pecho. Esperábamos como animales en la selva que cupido nos sobrevolara para atacarlo y devorarnos su cuerpo, era temible, tras ese descubrimiento se fue.

A través de teléfono, reducíamos todo a palabras, hasta llegar a una época en que ella apuntando a mi espalda, durmiera un par de días a la semana. Pero como todas las palabras, se desvanecían tras ser pronunciadas. Evadía el rencuentro una y otra vez, sus llamadas un segundo antes de lo irreversible. Se mantenía en mi vida espectando.

Su existencia reducida a una voz acariciando mi oído, aplazaba las horas y días de confluencia. La masajista que me desanudaba había dejado para otras manos las esencias y el aroma y mis pies cansados no llegaban a ella.
Me evitaba. Ante eso sólo podía guardar con pudor mi deseo de borrar la desgracia, para lo que viniera de ella me había estado preparando, sin embargo de ella nada aparecía. Le preguntaba que cómo, cuando y dónde, pero ella sólo respondía, quizás, quizás, quizás. Tantas espinas de una sola rosa.
Ante amenazas de lluvia, ofrecía mi cuerpo en sacrificio a algún dios para detener el peligro de cancelación. Nada parecía funcionar, demasiado temprano o demasiado tarde ella huía.
En la cama no conciliaba el sueño, la ansiedad me consumía. Una tensión muscular me mantenía agarrotada y el masaje con otras manos no parecía sanador.

Aquel nudo distendido se contraía de pronto, ni bien atado ni buscando unir. Ella vanidosa me incluía en las listas de adoración y mis palabras rebotaban junto a las otras, esquiva, lucía espinas y dientes para señalar su dominio de la situación. Vanidosa, llena de si misma, disfrutaba destellar en un firmamento construido para ella.

Su voz me dibujaba esperanzas y a veces aflojaba uniones ingratas, no sabía si convivir con amarras y una tarde en un cóctel lo decidí, con un mondadientes empecé a rasgarla de mi vida. La desgracia me ayudo ante el miedo a desaparecer, de a poco corte el lazo en mi memoria, aprovechando olvide el orden de su numero telefónico y deje de regar una chiflera que no sé por que se vio perjudicada.

Esa tarde estaba ordenando unas herramientas, ella nunca había llamado y esa tarde tampoco lo hizo, pero no dejo de pasearse por mi mente. Para olvidarla salí, recorriendo bares, acordé con unas amigas y en medio del baile frenético sus labios rozaron mi omoplato. Conectada a mi interior, la epidermis se sobresalto, hablaba sobre los desencuentros amorosos. Le repetía que ella nunca había sido amorosa conmigo, las frases iban y venían de oído en oído, maullándome, sonriendo, estaba cerca de mí.

Caminamos fuera de la pista de baile, juro que mi boca buscaba su oído y sin embargo cayo entre la suya, me mordió despacio y luego con incoherencias me señalaba que el órgano más grande del cuerpo era su cobardía, de piel. Estuve pegándome a su temerosa anatomía lo que restaba de noche, sus manos pequeñas enredaban las mías y así llego el amanecer.

Con la cabeza en el vidrio dejaba que el movimiento vehicular me castigará por no raptarla por siempre. Ella con sus espinas se puso a proponer fechas que luego borraría de la memoria.
No estaba segura si quería saber de las espirales con que ella dibujaba hacia mi tímpano, con eso hermoso que era su voz, sólo evasivas. Prefería recordarla así, perfecta en mi espalda, con mi pierna en el declive diseñado para eso en su cuerpo, como un nudo dramático que se negaba a solucionarse, como una herida de guerra suturando en la epidermis el vestigio de una breve historia.

Comentarios

Diva dijo…
Saludos Escribana, hacia tiempo que no me sentaba pasivamente frente al monitor a urgar entre bytes y pixeles. Felices fiestas, espero que lo hayas pasado bien. Ya estare de vuelta dentro de poco. oxoxoxxo
Diva dijo…
Bella escribana: he aquí la resolución de los mexicanismos.

neta= verdad
apapacharse=consentirse (asi que cuando quieras decir que necesitas que te consientan, puedes decir apapáchame, jejeje)
pinche=maldito
foquito=las mini luces electricas con las que se adorna todo en época navideña.

Pues es todo, jejeje, ve haciendo la colección de mexicanismos, te al voy a pedir un día no muy lejano. Te wacho luego morra chula!

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