Un mundo mejor
Conocerla fue lo que me volvió a la vida, antes de eso estaba un poco
muerta tras las rutinas, hoy leo las listas que guardo de esa época y me queda
claro. Ella en cambio, ardía en cada cosa que hacía, siempre despeinada de
ideas y ganas de empezar nuevos proyectos, algunos realistas y otros solo
posibles en su cabeza.
Tras esa pasión y luego de conocerla mejor, fui testigo de una sensibilidad
increíble; era voluntaria en todo lo que la conmovía, noble y generosa, vio un
documental y decidió ser vegana, leyó la historia de una niña con cáncer y se volvió
donante de sangre y luego de células madre. A mí me impresionaba, porque la
mayoría vivimos cómodos en esa disociación entre cosas que nos entristecen un
minuto y luego olvidamos para continuar nuestras vidas. Ella se comprometía con
todo.
La historia de las grandes decisiones en su vida y su día a día me
mostraban una persona bondadosa, cercana y apasionada. La verdad es que vivía bastante
obnubilada de amor fueron años de algo muy cercano a la felicidad plena. Miro
mis listas de ese periodo y sólo encuentro tareas que buscaban hacer nuestra
vida mejor cada día.
Esa noche volvió a cambiar mi vida. Volví a conocerla.
Esperamos juntas a que llegara la policía e intentamos no volver a tocar el
cuerpo, ella mencionaba un artículo de la legitima defensa y ensayaba en el
baño un llanto que jamás le oí hasta ese día. Todo era tan extraño.
Fue la protagonista de esa larga noche, recibió a la policía, lloró,
respondió el teléfono, le aviso a nuestras familias y entre todo, se hizo el
tiempo para subir una historia a Instagram sobre nuestra experiencia, sólo tras
mis suplicas declinó hablar en la tv nacional. Yo en la sombra debí verme como la débil que
siempre fui, la más afectada, la que siguió en terapia para volver a dormir.
Después de unas semanas nos enfocamos en volver a nuestra rutina, ella fue
excesivamente dulce acompañándome en todo. Comenzamos yoga brikram, en las
noches me hacía masajes en la espalda, hasta se desordenó pidiendo más comida
chatarra de la que acostumbrábamos, muchas atenciones para encapsular lo que
había revelado ese día con la excusa de devolverme la paz.
La paz nunca regreso. Conforme pasaban los días sentía estar en medio de
una ficción, ella me insistía que era el efecto de la sertralina, yo estaba tan
confundida que no sabía que creer. En terapia con mi psicóloga conversábamos de
mis rutinas y la ansiedad que apagaba mis obseciones, sin embargo llego un
minuto en que me era casi imposible salir de la casa.
Unos meses después, mi novia se volvió vocera de una asociación de víctimas
de delitos violentos, además de su voluntariado con animales rescatados y sus visitas trimestrales a donar sangre. Trabajaba,
reciclaba, iba de compras e intentaba resolver al máximo nuestras vidas y aportar
casi irracionalmente al mundo.
Yo en cambio, llevaba una lista de todo lo que pensaba porque temía
olvidarlo, me perdía en interminables rutinas casi invalidantes y sentía estar
en un limbo de irrealidad, tratando de darle un orden y certeza al caos.
Fue una tarde en medio de mi rutina, recibí por wasap la foto de un
cachorrito, junto a emojis de corazones, me decía que era perfecto, que fuera
por el al refugio porque sin duda era la dosis de dulzura que la familia
necesitaba. La verdad era hermoso y siquiera lo dude, no habíamos tenido perros
porque ella siempre privilegiaba los gatos y su territorio.
Hacía años que no iba al refugio, creo que desde el inicio de nuestra
relación, estaba diferente mucho más ordenado y limpio, se notaban las horas de
trabajo que ella había puesto en ese espacio. Cuando llegue todos sabían que yo
era su pareja, quizás ni mi nombre recordaban y la verdad, nuestra relación era
un poco así. Me recibió un chico muy delgado y pálido que parecía saber mucho
sobre nosotras, porque a cada pregunta que hacía sobre la dinámica del lugar,
el afirmaba -tu sabes cómo es ella, le gustan las cosas así.
Al parecer mi novia era una rockstar de los animales rescatados porque su
técnica de reeducación con amor, transformaba a todos los canes en una manada.
El me apunto el galpón donde guardaba juegos y cachureos que le servían para
sus terapias, que resaltaba, habían disparado las cifras de adopción.
Hace cuanto se conocen- pregunte-
Como seis años- me respondió abriendo comillas con los dedos- desde que comenzó
sus andanzas. Y sonrío.
¿Andanzas? – pregunté-
Si, lo del activismo que hace contigo. De ir a carnicerías y recuperar para
alimentar a los perros, de visitar
mataderos y comprar en remates para llevarlos a santuarios. Mira, ya lo
vacunaron – dijo mientras me pasaba el cachorro.
Sonreí nerviosa, porque lo de los remates era una de nuestras actividades
para salir de la ciudad, pero nunca fui su cómplice en las andanzas de la carne
o los mataderos y me parecía extraño ya que ella no soportaba siquiera pasar
fuera de una carnicería, tenía un tema con el olor a sangre.
Conduje confundida a la casa. Al principio el sorprenderme a diario era lo
que más me encantaba de ella, pero ahora, en mi estado de neurosis ese tipo se
situaciones se tornaban inquietantes. ¿Con quién eran sus “andanzas”? ¿a qué
hora lo hacía si su agenda siempre estaba repleta? No podía entender en que
momento ella vivía una vida diferente sin mí.
El cachorro fue nuestro tema durante días, teníamos una lista de 15 nombres
posibles, había que vigilar la relación con los gatos, organizar espacios y
cuidar el proceso de integración familiar. Ella andaba agachada dejando diarios
por el suelo, hasta que no resistí y le pregunte.
-En el refugio me contaron que nosotras tenemos “andanzas” y que llegas con
carne para los animales a veces, no quise preguntar nada antes, pero si tienes
una relación paralela espero que seas sincera en este momento. Me lleve la
manos al rostro y llore.
Ella parecía enternecida, me abrazo maternalmente. Tranquila, dime ¿a qué
hora te voy a estar engañando? – preguntó- Tu sabes dónde y en que horario
estoy siempre haciendo mis cosas.
Entonces- le insistí- de donde sale la carne. Tu eres vegana, te repugna
ese olor, no te veo robando una carnicería, cruzas la calle para no mirar sus
vitrinas, lloras con documentales de animales muertos. ¡Vomitaste con el video
del niño que torturó su gato!
¿De verdad quieres tener esta conversación? – preguntó- ¿después de todo lo
que te costó recuperarte? Mi vida, yo necesito que estés bien, que seas la
estabilidad de nuestra relación– se puso de pie, me beso la cabeza y dijo - En
el fondo sabes bien que pasa.
Ese “sabes bien” me destrozó. Volví a tener pesadillas, en sueños algo me
decía lo que sabía bien. Una noche de insomnio, me levante y puse en google asesinatos,
matadero y en la búsqueda se desplegaron documentales de veganismo, series de
televisión, la situación de una ciudad de México, pero me llamó la atención una
noticia de hacía dos años “un pie fue encontrado en el matadero, la policía no
logra identificar a quien pertenece. Se sospecha vinculación con matarife
desaparecido” Busque más información del caso en internet y la investigación se
había cerrado por falta de pruebas.
Al día siguiente, ella iba a viajar al senado a exponer sobre víctimas de
delitos violentos. Estaría fuera sólo dos noches. Decidí ir al refugio e
inventar que quería preparar una sorpresa para ella. Necesitaba verlo con mis
propios ojos, yo sabía.
Cuando entré a ese galpón lo primero que vi, fue el termo verde que ella dijo
haber perdido en el metro, un saco de dormir, muchas cosas de animales. La
verdad no tenía claro que esperaba encontrar ahí, lo cierto es que busque y
nada estaba fuera de lo normal.
Hacia la salida vi su mochila de campamento y como un flash recordé todas
nuestras “andanzas” fuera de la ciudad, cada salida a comprar animales a
remates para llevarlos a santuarios eran con esa mochila en el auto. Nunca me
pregunté que llevaba ahí, ahora veo lo que buscaba esparcir.
Cuando salí de la bodega todos los voluntarios me miraban con una mueca de
ternura, conmovidos por el amor de haber querido preparar una sorpresa.
Esta muy difícil- les dije para excusarme- no sería muy romántico, creo que
lo haré en la casa o pensaré en algo, pero porfa no le digan nada para no
arruinar la sorpresa.
Aplaudieron y me dieron abrazos, de esos que duran varios segundos y te hacen
sentir incómodo. Gracias -me dijeron muchas veces- Gracias por la entrega que
tienen como pareja con los demás, hacen del mundo un lugar mejor.
Me fui pensando en eso último ¿hacíamos un mundo mejor? ¿ella era esa mujer
compasiva que todos veíamos? O ese amor autentico hacia mí y hacia el resto era
parte de una enorme telaraña en la que hasta yo vivía envuelta.
Ella llego al día siguiente, me comentaba de lo bien que resultó todo. De
cómo además de exponer sobre nuestra tragedia pudo compartir con la familia de
la niña que hoy era primera prioridad para donación de órganos. Sonaba
genuinamente entusiasmada, conmovida, movilizada.
Yo me cuestionaba si ella quería hacer del mundo un lugar mejor o sólo ir
consolidando el poder y la notoriedad que de a poco se había ganado en cada
espacio que participaba. La miraba hacer y gesticular con todo ese encanto
felino que antes me eclipsaba, como lo mío es el silencio quizás nunca imagino
mi enorme disyuntiva interior.
Puso una película en netflix, la tome de la mano y ella dijo que tenía un
antojo de vino y queso vegano, como nunca me ofrecí a salir a comprar. Al
regresar, deje las cosas en la mesa, saque la botella y el descorchador, ella
seguía frente el televisor, baje la cortina, camine por el pasillo y tome su
cuello con fuerza, afirmando unas
amarras que traje del refugio, me preocupe que fueran sus huellas las que
estaban por todas partes, ella movía los pies e intentaba gritar, no la dejé. La colgué del soporte de nuestro saco de
boxeo, sería la primera y única vez que fue usado. Cuando se dejó de mover
llamé a la ambulancia.
Ella quería donar sus órganos -dije apenas llegaron- justo antes de
mandarme a comprar estábamos hablando sobre eso, hoy vio a la familia de una
niña que necesitaba un corazón para vivir. Me lleve las manos a la cara y
comencé a llorar con un sonido que nunca había hecho antes.
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