AcoGedoras Desproporciones


Yo la amaba, con toda la inmensidad que eso incluía. La conocí de un modo extraño, le entregue un completo en un bingo y ella casi me arrancó el brazo. Era la tía de Kinder, yo estaba como apoderado de mi sobrina, siempre me sorprendí de su buena voluntad para atender a los niños, después descubrí que eso se debía a su profunda soledad.
El bingo en que nos conocimos, era el primero al que yo asistía. Eran dueñas de casa y yo, a pesar de los amables ofrecimientos de esas mujeres disconformes con su matrimonio, no me dejé tentar.

Había comenzado hacía poco a sentirme un solterón, ya no era alegre, ese era el temible cambio entre la soltería elegida y la obligada. Aquella vez, descubrí que la tía de Kinder hacia girar en mí, todas las ideas preconcebidas acerca de la maternidad y el crear una familia.
Fue algo patético el modo que idee para acercarme a ella, le sacaba los útiles a mi sobrina de la mochila y luego los hallaba “casualmente” para llevárselos al jardín, así la tía y yo intercambiábamos sonrisas y nos íbamos conociendo más.
Me demoré en conquistarla, creo que era tímida por aquello de su robusta masa corpórea, pero al fin y al cabo, la llevé al altar.
Mis amigos me molestaron al saber la noticia, nada me importó, por un tiempo fuimos una familia. Estuvimos cinco años viviendo en la más profunda alegría, tratando y tratando de tener un hijo, practicábamos con intensidad, incluso ella bajó cincuenta kilos, pero los otros ochenta que le quedaban, los llevaba en los huesos.
La felicidad es efímera, como la fama, por eso acabo al sexto año, cuando ya preocupados por nuestra infertilidad decidimos visitar un especialista. Ella tenía problemas y creo que eso desencadeno aún más su tristeza.

Que otra cosa podría decir además de que ella casi se comió mi vida. Abandonó su trabajo y comenzó a comer, de día, de noche, hasta tragarse su última tristeza.
Sin embargo la falta de tristeza no fue felicidad, fue impavidez y en su profundo estado de muerte en vida me fue consumiendo a mí también.
Por un tiempo me transformé en su protector, le cortaba las uñas de los pies, trataba de un modo inútil ocuparme de su limpieza personal, sin embargo para pasarla de una habitación a otra debía embadurnarla de mantequilla, sólo en su tórax usaba medio kilo.
Puede haber sido consecuencia de tanta lubricación, el que ella se transformará en una vela encendida, el sudor de su cuerpo comenzó a petrificarse en el piso, estaba enredándose entre sus lianas de esperma cuando la descubrí y pude salvarla.

Me di cuenta de que ella era peligrosa para si misma, en su soledad todo atentaba en forma suicida, mi amor cruzó todas esas fronteras y renuncié a mi anterior vida para estar con ella.
Nos encerramos en nuestro hogar, por mucho tiempo nadie supo de nosotros y yo casi deje de saber de mí. Me adapte a sus formas, la columna se me desvío para acomodarme a sus surcos, era mi isla húmeda entre sus ríos de sudor, me abrace a ella como un naufrago más.

Sentía su existencia como la portadora de mi vida y sin embargo dependía de mí. Un amor desbordado se instalaba en todo el espacio. Sin tiempo me había sembrado en su cuerpo y antes de cualquier florecimiento, mi vida era la sospecha de estar ahí, de estar y no saberme yo.
Sus desproporciones se extendían por la casa, sin notarlo ella lo fue acaparando. La inmensidad más frágil a la que podría referirme era la que me enseñaban sus piernas. Un cuerpo sin función, sin movimiento. Nos delatábamos frente al otro, yo mirándola desde sus hendiduras ella recurriendo a los espejos para encontrarme en su cuerpo.
Escuchándonos entre los sonidos, gotas que se turnaban descendiendo por las paredes, vidrios empañados por nuestro fraguar de las horas. Ella buscándome en su ombligo, yo acompasando su calmo respirar con mis latidos.

Los días se fueron convirtiendo en la señal endurecida por su espalda, en el nivel de las gotas desparramadas en el piso.
Sé que fue una mañana, por que los restos de la cena reposaban sobre la mesa del comedor, todo eso choco al golpearse con mi espalda. Descubrí que todo flotaba. Nadando llegué a tierra firme para recurrir a la ayuda de bomberos. Sin embargo cuando regresé, ya era tarde, mi princesa murió ahogada en su sudor.

El funeral me llenó de deudas, necesitó de maquinaria pesada para sacarla de casa y mover el ataúd. Estos días sin ella, me tienen en una soledad insoportable, creo que es esa mezcla fatal la que me guía entre estas ruinas, la vida es sólo extrañar el ser acogido en sus desproporciones, recorrer los escombros del amor, de la casa vacía y suspirar mi desgracia.

Comentarios

Daniela dijo…
Hola ...estuve leyendo tu Bolog..como me dijiste y me encontré con este relato. La duda que viene a mi es ¿ esta es obra tuya? Me parece una narracion llena de metaforas increibles acerca del amor y aunque puede serlo de las áreas mas enfermizas e inexplicables ( salvo sicoanaliticamente hablando claro) del mismo sin embargo me parece formidable. Me pregunto si será vivencial? ??
En fin ...tambien debo decir que con las temperaturas que hay por estos dias no costó mucho imaginar e incluso oler algunas escenas. Excelente work.
Espero a todo esto que todo haya salido bien en el Examen de Grado.

Saludos desde el Mar.

chauchau
Anónimo dijo…
HOLA DANY:
Felicidades por obtener la nota máxima en su examen.

Esta historia es una de las primeras que leí en tu blog y pensar que ya paso un año desde aquel entonces michs!!... te dejo un ciber saludo y te me quedas debiendo el abrazo de año nuevo.

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