Esperando Mis Sobras

Cuando ella apareció con el animal en brazos, no pensé que nos significaría un problema, es más, sentí alivio al no deber condensar en mí sus necesidades y muestras de compañía y cariño.

Con el paso de los días comencé a sentir cierta lejanía, ella a veces abandonaba la cama a medianoche para darle un paseo, el sexo se volvió menos frecuente y con eso se desencadenó mi neura.

A veces habían treguas, es cierto, nos olvidábamos un rato de su presencia, pero esa irrupción no se detenía, me costaba tragar mientras el animal estaba expectante bajo la mesa esperando mis sobras, a veces con cierta mala intención le lanzaba un hueso de pollo con restos de carne para ver si se atragantaba, pero no.

Nos sabíamos oponentes, entraba a la casa meneando la cola y al verme se intimidaba, yo sólo con miradas hostiles lo mantenía lejos, sobre todo antes de los momentos de intimidad, pero a veces el animal rasguñaba la puerta para marcar presencia. Lo odiaba.

Inventé posibles accidentes, dejé abierta la puerta, pero como cachorro sin raza era fiel a su dueña. Razonando con ella, creí que con un dialogo podríamos llegar a acuerdos, al decirle de mis problemas hubo más conflicto, decidí usar la técnica de la humildad e hice un mea culpa, buscando el comienzo de los problemas le di cuenta de mi mal comportamiento; falta de tiempo, dedicación y por un breve periodo, exclusividad. Compendiaba así, mis faltas, ella agrego otras y la crisis fue más fuerte.

Mientras discutíamos el animal observaba atento, al alejarme se frotaba en sus pies. Más de tres años de intermitente fidelidad y compromiso se iban apagando por una instintiva criatura.

Trate de distender nuestros dramas y hubo una breve paz, sin embargo, en cada acto de cercanía física estaba el animal rasguñando la puerta. Mientras retozábamos quise mostrarle lo dramático en que todo se había transformado y ella le bajo el perfil aludiendo a mis celos infantiles.

Esa tarde había sido especialmente agotadora, sólo quería uno de sus abrazos flacos para suspender al mundo. Abrí la puerta y ahí estaba entre sus dientes unos de mis más caros zapatos, de una patada saltó lejos esa bola negra de pelos. Ella llego a defender su falta de racionalidad apelando a la mía. Me contuve después de gritar un rato. La tarde siguiente ella cocino para mí, era un momento inusual que acusaba culpas. El animal estaba bajo la mesa mirándome disfrutar la carne, esa presencia me molestaba al tragar.

Pusimos películas y ella tomo a su mascota en brazos, comenzaron a jugar y el animal le paso la lengua por el rostro, me dio asco. No quise tenerla cerca por unos días. De ese alejamiento quizás provino la calma.
Había recorrido varías tiendas buscando otro par de zapatos hecho a mano, ella dormía cuando entre, sentí ruido de papeles y descubrí al animal dentro de mi closet orinando mi ropa despedazando cajas. Tome una botella y se la reventé en la cabeza, luego enterré el vidrio en su costilla, la mancha de sangre no saldría de la alfombra. Ella despertó y empezó a gritar, la golpee, trate de explicarle que había caminado todo el día, que el animal siempre rasguñaba la puerta y debajo de la mesa esperaba mis sobras, que así no podía comer.

Ella no entendía nada, cero empatía. En ese minuto me di cuenta que no me merecía y la dejé desangrarse.

Comentarios

Anónimo dijo…
Danitza: acabo de leer "Esperando mis sobras" y me ha encantado. Me gusta tu manejo del morbo y la angustia. Sigo leyendo los otros...

Cariños,
Naty.
Diva dijo…
Dani, simplemente genial. Asi. Es lo mejor que he leido desde hace mucho tiempo. Muchas gracias por escribir, sigue asi, no dejes de hacerlo, por favor!
Anónimo dijo…
Intereante com la ira puede con otros sentimientos aun contra el amor....
Anónimo dijo…
Me dio pena el perrito pero entorpecia la relación asi que... Era de esperarse que tendria un desenlace fatal.

Un beso que estes muy bien

Todo un thriller =)

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