Nada nuevo sobre el amor


Siempre viví con la sensación que el amor no existía y había que hacerlo a como diera lugar. Quizás era una idea poética eso de querer inventarlo todo, quizás una justificación semi intelectual para comprender mis actos, lo cierto es que la desenfrenada construcción de amor, en que se transformaron mis días, obedecía a la búsqueda de un equilibrio universal ante el mal que se desplegaba desenfrenado.

Todo comenzó con un perfume, aún recuerdo como ese olor invadió un vagón del metro, segundos más tarde mi nariz desesperada buscaba la fuente de donde emanaba aquel elixir. Recorrí una piel completa desechando botones y deshaciendo la unión de cierres y broches. Ante la mirada atónita de la gente, no sé si por mi impulso o por la nula resistencia a este. Mis dedos laboriosos le adelantaban el camino a mi olfato, mientras las señoras trataban de taparle los ojos a los niños y los hombres algo inquietos se desataban la corbata.

En tanto ella, la desnudada, me apuntaba su ombligo, el lugar exacto de la vida y la muerte. Hundí mi cabeza en él, absorbiendo todo el aire de sus poros.

Luego como recompensa, la invité a mi casa. La desnudada, aún risueña por el juego de roces, me habló de su proyecto de hacer publico su cuerpo, extrayendo de él todo el olor y el tacto que fuera posible acaparar. Sin embargo, se sentía algo tímida al pensar en cobrar, por que aquello de su piel era un arte que podría perder la pureza erótica al ser probado, reprobado y comprobado por cualquier mortal que contara con los recursos.

Comprenderán lo que digo cuando me refiero a que nadie puede quedar ajeno a una revelación semejante. Debía tomar medidas al respecto y de un modo muy diplomático le hablé de las pruebas de calidad a las que se sometan electrodomésticos, alimentos perecibles y razones para vivir. Minutos después, ella se sorprendía ante los estampados de mis sábanas y yo comenzaba a sorprenderme de su eficacia sanadora.

Los días siguientes, con la excusa de muestras para efectos secundarios, contramuestras y la perdida de papales burocráticos, ella extendió su piel varias veces sobre la mia.

Cuando se me acabaron las excusas era una tradición libidinosa arrojarme sobre su cuerpo antes de desayuno. Al pasar el tiempo decidió confesarme que conmigo su disciplina le parecía más artística que nunca, eso unido a mis concepciones de equilibrio universal, formo una arremetida sexual estable entre nosotras.

Por ella era victima de una inmensa voracidad amorosa. Nos desvestíamos subiendo las escaleras, encerradas en los ascensores, entre los arbustos, en las casas de mis amigos. En cada lugar aparentemente privado de la vía publica antes de llegar a mi casa.

Al paso venenoso del tiempo lo fuimos derrotando, ideamos una alternativa expresiva. Ella era un centro que se nutria de soportes y de manera redentorista se encaminada a una refundación del mundo. Arte.

Yo embriagada de su potencial expresivo sumaba mis ideas sobre la lucha que dar ante el mal y la entrega de amor en todas las posturas verosímiles. La escena artística ante la envidia, nos censuró. Alegaban la expulsión de un lugar epistemológico claro y con eso nos declaraban parte de una línea estética cimentada en la pura superficialidad.

Ante el revuelo, fuimos un fenómeno social; las galerías se peleaban la exclusividad y ella enceguecida de tanto flash, me abrazaba cada noche, esperando que una nueva historia la hiciera renacer en la mañana.

Su deseado torso, pensé, se mantendría único en la entrega a mi cuerpo. Pero la monogamía nunca llegó a afectarla, ni cuando visitó Asia.

Ella sabiéndose la nutrición de nuestro fuego, seleccionaba las piezas que de mí encajarían en su vida. Seleccionó en la ausencia otro soporte.

Performance y otras expresiones se silenciaron con el tiempo, nuestra capacidad creativa también. El último gesto fue la invasión, los domingos recorriamos barrios residenciales tocando timbres y arrancando, pasamos a la historia, todos saben que significa eso.

Tras unos años, experimentando de manera rotativa la convivencia cotidiana, vencimos la anestésica retórica del compromiso y nos transformamos en un icono de la pareja moderna.
Grupos feministas llegaron a apoyarnos.

Hoy, la mayoría nos olvido, aunque siempre hay estudiantes audiovisuales que consultan textos sobre nuestro trabajo, pero no pasan de jovenes con las hormonas estimuladas. Después ataca la conciencia o la libido baja y nada es solucionable. El amor, no tiene posibilidad de existir.

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