Sin Sertralina

Esa Mañana me levanté y era evidente mi encanto, observe mi abdomen plano, todo en mí era adorable. Estaba cerca de mi aniversario de renacimiento, así había bautizado el minuto en que decidí tomar mi vida y ser feliz, como pocas veces ocurre mi mente fue fuerte y la idea se afianzó como un precepto fundacional.

Se cumplia casi un año desde que había botado los discos de radiohead y dejado de invertir más tiempo en leer que en tener sexo, al ser una fecha redonda era mi momento de evaluaciones y me sentía encantadora, imagino que los constantes flirtreos e invitaciones reforzaban el auge.

Fue muy importante establecer ese linde entre la profundidad y lo superfluo, más de la mitad de mi vida la dedique a cultivar mi interior hasta convertirme en un ser navegable e infeliz. Cuando descubrí que el secreto de ganar era hacerlo, todo cambio.

Ya siendo una ganadora consegui lo que deseaba y me senté a esperar querer más, poco a poco todo me iba siendo proveido.

Esa mañana pensé que llegaría algo especial y que sin duda sería para mí, pero comence a dejar de querer, de un minuto a otro mis deseos se fueron apagando. Imaginé que sería temporal, las hormonas, que se yo, pero los días siguientes empeoraron mi decaimiento.

Mis parejas casuales de manera infructuosa se desencajaban la mandibula intentando volverme a la vida, pero no había caso.

Fui al doctor y me recetaron antidepresivos, el tratamiento me mantenía en un limbo, sin cielo ni infierno, era la peor de las muertes en vida. Pensé en el suicidio cuando mi imagen se vio afectada, la retención de liquidos y erupciones cutaneas me empujaron a dejar el tratamiento. Después de un par de días sin domir, volví a las pastillas.

Era débil y eso no era para mí. Acostumbrada a los sabores dulces, la amargura me hizo dejar de querer comer. Adelgace y las ojeras se me hicieron más evidentes, tuve algo de suerte al encajar en la moda heroinomaca que reinaba en las pasarelas, pero aún siendo considerada muy cool no lograba sentirme bien.

Tentada por aprovechar el momento, baje algunas canciones depresivas y sentí la adrenalina del dolor, es indudable que tener a alguien que lo ame es una ayuda, yo pude salir del pozo que había comenzado a cavar al dejarme amar, la biología hizo el resto. Fue un minuto de flaqueza pero no me permití dar el paso atrás que significaría signarme como perdedora de nuevo. Por lo menos mi representación dotaba del imán necesarío al amor.

Los doctores tras sus lenguajes técnicos me escondían las razones y yo al mirarme al espejo tampoco las podía encontrar. Era de noche muy seguido y quise perderme sin razón en esa oscuridad.

Sobrestimulada salí a bailar, ella no sé de dónde salió, amanecimos enrredadas entre su látigo, me revisé el cuerpo y habían muchas señas de su paso por el. Me golpeo y yo le devolví una patada, ella se mojó. Siendo yo tan cotizada, no quise caer en su extrañeza y huí, al pasar de los días miraba de reojo en las esquinas y la divisaba a punto de doblar, disimulando el perseguir constante del dolor en mi cuerpo. No niego que le daba en el gusto, a veces la encontraba desprevenida y le quebraba objetos en la cabeza, nos exitabamos y luego se perdía.

El transito era vertiginoso, de la detención en el hacer que me había representado vivir en el mundo de las ideas, al del hacer mismo sin tener idea del mundo. Hasta que nada me entusiasmó, sólo una rareza como ella y a veces. El tiempo se había desenvuelto en la inconciencia que me daba la reacción quimica generada artificialmente. Después de una breve investigación comprendí que lo mio fue un problema de producción de serototina, al cumplirse el plazo, las muletas que suponía la ciencia necesitaba mi cuerpo, debían dejarse de lado.

Los primeros días sin antidepresivos fueron de una paranoia ante todo, la mire a punto de doblar en la esquina y fui yo quien se escondío, estaba temiendo. Una enfermera me habló acerca del florecer, una metafóra inconsistente sobre como llegaba la primavera, en pleno invierno no me hizo gracia el comentarío. Al salir a la calle pude comprenderla, la moda floreada y llena de colores se había instalado en los paraguas, era mi momento de lanzarme a los rosales.

Con algunas llagas en el cuerpo por las espinas, le parecí más llamativa y conversamos por primera vez. Ella llevaba unos meses en Santiago tras su visita a San Francisco, adicta a clubes sadomasoquistas imaginaba que la capital nada le podría ofrecer, hasta atarme a mí.Después de unas horas de cortes y succiones, pude entender el proceso del desear y volví a hacerlo, quise huir.

El tratamiento dermatológico pudo sanar las heridas, compre unos libros de autoayuda y fui tan infeliz como antes, cambie mi corte de cabello y besé a gente que nunca más volví a ver, me dedique a sentir otras pieles y algunas noches leí para no olvidar como hacerlo.

Era casi el segundo aniversario de mi renacimiento, en esa fecha redonda ya me era evidente el problema acerca de la felicidad, las grandes preguntas.

En lo sucesivo deje de interrogar y balancear, indeterminada frente a los extremos me era más dificil desequilibrar. A ella la sigo viendo, pero como me gusta ganar no me comprometo, lo quiero todo y eso es lo que tengo.