silencio

Recuerdo que en un libro de arte precolombino apareció, no tengo certeza pero al parecer era en un mural de Bonampak, los mayas habían querido representar el sonido dibujando espirales en el aire. Yo intentaba recordar lo que era el oír pero sólo lograba armar el tránsito a través del cual lo fui perdiendo.
Debo haber tenido cuatro años y una mujer tras un vidrio me decía que golpeara un tambor cuando algún ruido saliera de los audiófonos que me había instalado, pero no oí nada, me sentí triste pensé que quizás no había entendido sus instrucciones. El tiempo paso, y crecí sabiendo que llegaría un día en que ya no podría oír más, el sonido se iría apagando en mí.
Cuando al fin sucedió todo lo que podía guardar en mis recuerdos era difuso, no sé porque la música se perdió así, hoy me gustaría poder dibujar los tangos que escuchaban mis abuelos a media tarde en una radio que a veces se mezclaba con otras voces. Tomo un lápiz, armo una figura contorneándose, pero las líneas no esos espirales en el aire.
Lo último que alcance a escuchar fue como se construían las palabras, poner los labios apretados y unir la M con la A anotarlo dos veces y encerrarlo en un corazón para regalarlo después de clases. Aprendí a leer y escribir de esa manera, después fue mecánico todo, esos signos perdieron un eco que creo, antes producían dentro de mí, así las palabras siempre me aparecían unidas a imágenes, por eso me debo haber dedicado a dibujar. Para “hablar” es lo mismo, dibujo las letras con las manos y la gente va construyendo lo que creen que quiero decir, pero a veces para mí los signos significan otra cosa. Era más fácil hablar y sé que todavía podría hacerlo, tengo la voz en alguna parte, pero preferí que nadie más la oyera, quizás mi boca deformaría las palabras a su antojo sin que yo pudiera participar de las conversaciones.

Recuerdo que un profesor de arte, me dijo que resolviera lo del sonido dibujando notas musicales, me mostró unos recortes de diarios, envoltorios y notas dibujadas, dijo que era una obra cubista. La idea me pareció triste, sólo con dibujos podría recordar que antes hubo algo en el aire. Me hubiese gustado ver lo que los doctores miraban cuando me realizaban audiogramas, cuando niño pensaba que ahí se escondía el sonido, ahora que las cosas no me parecen tan mágicas todo pierde un poco de luminosidad.

Las películas de cine mudo eran mis favoritas, podía ver algunas actuales con subtítulos pero nada era igual a esa exacerbación de gestos, la mueca que no dejaba lugar a dudas. Me interesa lo evidente, lo que no necesita de palabras para ser explicado porque ahí donde todos ven lo mismo se aprecian lindes que al suponer libertades es difícil de imaginar. Yo miraba las muecas del mundo y sabía como todo se había organizado, armaba algunos tr
azos y comenzaba descomponer figuras, a algunas incluso les despegaba la palabra que a veces tenían adosada y el mundo empezaba a reinventarse silencioso con otros colores y nombres. Había estado imaginando el sonido por muchos años, observando como la boca las cantantes se abría y cerraba hasta transformar el semblante de quienes oían, sin el sonido habrían sido inútiles acordeones y tubas, quizás dibujarlos nunca habría tenido sentido, surrealismo puro. Pero vi ese mural precolombino y lo supe.

La mañana siguiente comencé a dibujar espirales en el aire, pero apenas dejaba de imaginarlos estos se borraban, entonces tome un aerosol, rociándolo en círculos prendía fuego que sin forma pronto se apagaba; las burbujas fueron mejor idea, soplaba con fuerza y círculos transparentes viajaban a mi alrededor, a veces la luz les daba colores y todo era bello, como música para mis ojos.La gente miraba extrañada al verme por la calle produciendo burbujas y sonriendo, quizás a mi silencio le sumaban algún tipo de retraso mental y me encerraban en esas estructuras que delataban sus muecas. Con el tiempo empecé a fabricar distintos tipos de espirales, a veces la música hacia latir algunas cosas en mí y yo me empeñaba en darle forma más constante, burbujas que salían una y otra vez acompasadas, después decidí usar agua y luces de cromáticas, al poco andar las
formas comenzaron a calzar con mis recuerdos de cómo era el sonido, serpenteos fugaces de colores sobre la opacidad en que tenía que sepultar cada segundo de mi silencio.

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