Sólo con fealdad se aprecía lo que es bello


Yo había leído muchas veces a Darwin, podía comprender el punto de vista, incluso, de las ideas más extremas respecto de la necesidad de categorizar los seres humanos y no las aceptaba, me parecían restrictivas pero por sobre todo no coincidían con mis ideales respecto de la humanidad. Para mí, todos los seres humanos teníamos los mismos derechos, sin embargo, todo se volvió relativo cuando me enfrente a la posibilidad de tener descendencia.

Cuando me empareje pude sortear las miradas extrañadas al andar de la mano por la calle, a veces escuchaba murmullos sobre lo dispareja de nuestra unión, quizá acostumbrarme al rechazo blindó mi personalidad, no lo sé, pero antes no fue así, sufrí toda mi infancia las burlas ante mis ojos caídos, cejas abundantes, orejas grandes y nariz prominente, todo en mi rostro parecía estar acentuado, ya en la pubertad para colmo florecí en acné y a toda mi desarmonía se le agrego un nuevo sobrenombre. Con el paso del tiempo; la cultura, el perfume con feromonas, barba y ropa cara me hicieron algo más deseable, con mis parejas realice esfuerzos ingentes para que todo fuese un encantamiento y ellas tuvieran la esperanza que besándome me convertiría en príncipe.
Ante esa realidad, sentía que la selección de especies tenía un vértice señalándome, la sola posibilidad que mi hija heredara alguno de mis genes parecía trágica.

Mi esposa no podía entenderlo, pero yo prefería la adopción, incluso una infidelidad de ella, un desliz para procrearse. Para ella todo era incomprensible, creía que mi especial atención con los niños era una muestra de mi deseo paternal. A mi me daba vergüenza dejar en evidencia mis reales motivaciones, temía que ella observará en eso un rasgo infantil y le bajara el perfil a toda mi fealdad, si se había enamorado de mi era por su poca valoración de lo externo. Cuando la situación se hizo insostenible, inventé un viaje de negocios y me realice una vasectomía, aterrado ante la posibilidad de que mi especie continuará atentando a la vista. Tras largos años, decidimos adoptar y nuestra relación se transformó en una familia.

Yo vivía tranquilo en ese sentido, pensé que se había cerrado mi ciclo y no había contribuido al dolor ajeno, sin embargo una tarde mientras cepillaba a nuestro gato apareció, al abrir la puerta un escalofrío me recorrió por completo, era mi hija no había duda, tanta falta de gracia y vello en la frente no podía provenir de otro gen. Ella me contó que al verme en la calle y luego mirarse al espejo comenzaron sus sospechas, su nacimiento fue prematuro por un accidente automovilístico, jamás conoció a su madre ni quedaron huellas de mi existencia. Yo quizás en alguna intoxicación universitaria pude haber conocido a la malograda dama y confiaba en la evidencia estampada en su rostro como prueba contundente. Los exámenes de ADN fueron positivos, mi esposa no escondió su enojo pero al conocer a mi hija, sospecho que su suspiro fue de alivio por no ser la madre.
La pobre niña creció desamparada y ante mi ausencia sentí culpa, pero quise indemnizarla por ser yo quien perpetuaba en ella la especie. Le pague una depilación láser y comenzamos a cotizar cirugías estéticas, implantes de mandíbula, ortodoncia completa, silicona en los labios, rinoplastia, todo lo existente para borrar cualquier vestigio que la naturaleza malévola dejó en ella.

Era una inversión importante de capital para enmendar en parte lo que un espermatozoide tozudo causo. Cuando ya se avecinaba la operación, una inquietud comenzó a rondarme, ella enfrentada a un cuerpo organizado por la proporción áurea, de pronto tendría que lidiar con emociones ajenas, una de ellas el amor. Temí por mi hija, temí que cuando la vida le mostrara los dientes ella olvidara lo que en realidad era y se dejara llevar, casándose, queriendo hijos. Conversamos y le plantee mi opinión, ella no lo tomó de la mejor manera, luego se negó tajantemente. Decidí ser más drástico y condicionar la operación a que ella se esterilizara, pero adujo ser libre, amenazando incluso con llevarme a juicio. Al parecer mi capacidad reflexiva no era genética, comencé entonces a escribir sobre la nueva selección natural de la especie, bajo cuya óptica, todos los feos estábamos condenados al abandono emocional a no ser que la ciencia interviniera para enmendar el asunto, pero la infancia se presentaba como el periodo más conflictivo y traumático, concluyendo con que como estaban las cosas, era el peor castigo traer un hijo al mundo con probabilidades altas de ser feo. Ella lo tomo como una negación de haberle dado la vida, dijo que más allá del ser madre era hija y de un día para otro desapareció.
Quede ante mi circulo cercano como un desnaturalizado, nadie consideró mi teoría desde el punto de vista sensible con que me planteaba, poniendo mi calidad de sujeto en cuestión ante la posibilidad que un niño indefenso sufriera las consecuencias de mi arrebato reivindicativo. Con la popularidad a la misma altura que los ideólogos fascistas, decidí nunca publicar mis escritos.
Unos años más tarde recibí una carta de mi hija, se había unido a peta y viajaba por el mundo defendiendo animales, seguía soltera pero confiaba en haberse consagrado de manera total a una causa noble. De alguna manera la comprendía, en mis recuerdos, mi perro fue el único ser vivo que me quiso sin condiciones.

Comentarios

Anónimo dijo…
feliz año amigui adolecente se le estima por aca...se nos viene el 2008 se nos vienen cambios Otra vez asi te deseo la maxima de las energias para enfrentarlo

...:::PIXELADA
Anónimo dijo…
Ja,ja,ja!!!! Buenísimo!

Un Beso genia, ke estes de lo mejor! Y Feliz Año Nuevo (Ufffff atrasadísimo, pero es q hace tiempo q no entraba a internet) Saludos y sigue asi, me encantan tus escritos =)
Anónimo dijo…
BUENO Y?????

QUEREMOS MAS CUENTOS
QUEREMOS MAS CUENTOS
QUEREMOS MAS CUENTOS
QUEREMOS MAS CUENTOS....

Y
QUEREMOS MAS CUENTOS!!! (lease tono grito de protesta)

cuidate

Entradas populares