Caminos dibujados en el aire

El silencio siempre ha sido un problema para las personas que viven usando las palabras. El silencio no comunica y por eso para la mayoría no es un estado natural, a veces me preguntaba si era menos humana por no compartir esa necesidad de saber de los otros, pero para mí todo suele ser una distracción, cuando mi mundo se conecta con los demás ya paso la posibilidad de hablar. En esa relación desacompasada con el mundo estaba, cuando ella irrumpió en mi vida, la palabra esta usada en todo su sentido. Oí el timbre, abrí la puerta y ahí estaba, preguntando si mi departamento era una clínica odontológica, ciertamente todo el edificio era residencial, así que lo tome como un coqueteo deliberado y la invité a pasar. Sus distracciones y la mía se coordinaban, no le ponía atención a lo que ella decía pero estaba atenta para recoger lo que botaba sin querer.No recuerdo si existieron excusas de su parte, pasamos la tarde viendo películas antiguas, se me dormía el brazo y ella me ayudaba con pequeños masajes para la circulación. Cuando ya fue de noche me pregunto si le revisaría los dientes, yo sólo atiné a decirle que fuese al edificio del frente. Volvió en un par de días, pero esta vez antes de que se sentara tomé su mandíbula y comencé a husmear en su boca, después de unos minutos le explique que su distracción y la mía encajaban, al parecer no le importó porque dejo que continuáramos investigando nuestras bocas. Al comienzo lúdico le siguió el desorden y ante tanta falta de realidad logramos conocernos como los demás jamás nos han visto.Hablamos de nuestras vidas después de mucho tiempo, ella me recomendó algunos colores para modificar mi living y no dejo de hablar, cuando se detenía era para hacerme preguntas que ella terminaba respondiendo, mi silencio también encajaba. Habiendo cambiado la paleta de colores con que observaba mi día a día, las cosas de pronto tenían nuevos matices, no diré que las palabras me brotaron, pero esa capacidad de atar oraciones cambio su ritmicidad. Como no creo en las cosas azarosas, siempre trato de buscar el sentido y sentirla a ella fue una hermosa respuesta. Cuando eso de salir se transformó en constante al no poder hablar comencé a dibujarle caminos en el aire para que no se alejara demasiado, teniéndola siempre cerca aunque no hubieran palabras lográbamos comunicarnos, de alguna manera algo en ella comprendió mi silencio, aunque nunca logro compartirlo. Íbamos de un lado a otro inventando de esas cosas que sin querer unen a las personas aunque se alejen y pase el tiempo. Por varios meses me olvide que soy distinta a la mayoría, permitiéndome algo de risa, suavizante de ropa y un poco de esa ternura que no sabía poseer. Las relaciones se construyen así, cediendo y dejándose dominar de modo mutuo e incondicional, eso lo aprendí tras varios meses de peleas siempre mudas.Las personas incompletas aprendemos a vivir cojeando de alguna parte, cierta sabiduría nos muestra el camino para superar a la ley de inercia y no caer constantemente. Con ella desnuda durmiendo entre mis brazos, cada mañana despertaba pensando que no había nada mal en mi y que la felicidad era esa reunión de momentos luminosos que eran mis días. El rompimiento llego cuando la realidad se coló por una esquina no tapiada. Más dañinas que la luz matinal, las personas comenzaron a hablar respecto a su vida y mi extrañeza, esa conjunción incomprensible para los otros quería ser censurada. Sentí su alejamiento paulatino.Después de unos meses decidió que era buen momento para hablar, me contó la historia de su vida y me hablo de los otros, siempre los deteste quizás adivinando de antes. Los otros en su vida eran importantes, creía ahí hallar el misterio sobre la realidad, yo no pude entenderlo, como en una partida de ajedrez las cosas eran blanco y negro. Nunca pudimos solucionarlo, con el pasar del tiempo continuamos construyendo sin pensar demasiado, alejando a los otros. Ya teníamos varios años juntas cuando sucedió, hablábamos de que nuestra pequeña dormiría casi todas las noches en nuestra cama y yo al llegar a casa preguntaría por mis princesas. Pero los otros se volvieron a colar en nuestras vidas, ella comenzó a hablar sobre ser diferentes y siempre que el tema de la diferencia aparecía nuestras distancias aumentaban. Llegado el momento la distancia lo fue todo y se fue. Los cambios no me son dramáticos al comienzo, con el pasar de los días la pena por el tiempo pasado comienza a inundarlo todo y así, en ese medio acuoso la quise olvidar. Pensé que en algún momento se daría cuenta que en el mundo no había silencio y esa bulla la conduciría por el camino que le había dibujado en el aire, pero raramente las cosas buenas me pasan a mí. Hay un poder misterioso que tiene el tiempo, siempre las personas se encomiendan a él y quise ser como los otros al dejar que el tiempo la sacará de mi sistema. Los días sucediéndose ante mí no dejaron actuar a la magia, incluso decidí poner un cartel de clínica odontológica en mi puerta, aún así ella no se distrajo hasta acá. La tristeza es necesaria para disfrutar el ser feliz, pero cuando la tristeza se detiene no aparece la felicidad de pronto, es sólo la rutina que la diluye en cada uno de los actos que no tienen mucho sentido. Viviendo en ese medio de extrañeza ante todo, deje de sufrir y lo asumí como una más de mis derrotas, al parecer mi impotencia fue un imán, ella regreso a buscar un enjuague bucal que había olvidado, como jamás compraba esas cosas, lo asumí como un coqueteo deliberado y la invite a pasar, ella disfruto de mi silencio hablando sobre todo. Su vida llena de vacíos que no se ven, como la de los otros, requería con urgencia mi mirada especializada en invisibilidad para saber donde ir cubriendo, como un zurcidor japonés. Cuando ya hube llenado los vacíos ella me contó una historia sobre el amor que no se destiñe con el tiempo y que sin usar ningún tipo de suavizante esta apto para los roces, quise hablarle pero sólo pude dibujar en el aire, ella lo entendió todo y tras besarme los ojos se fue a preparar café.

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