Una historia poco sencilla

Así como hay personas que sonríen, estamos los otros, los que sólo sabemos cual es la mueca pero nos cuesta encontrarle el sentido. Yo era así la mayoría del tiempo, porque era más seguro estar dentro de la rutina, escondida tras una gama de movimientos ya conocidos, cuando las estructuras comenzaban a tambalear la incomodidad aparecía y se instalaba en lo espontáneo. Es evidente pensar que viviendo así los días dejan de diferenciase entre sí y que las emociones y los sobresaltos son algo impensado, pero de esas cosas que no se piensan hay abundancia en el mundo de afuera.

Siendo una persona así, nunca tuve mucha fe en el amor, pero la naturaleza, sabiamente, me entrego aquello necesario para atraer, soy poseedora de un misterioso encanto que me hace producir suspiros sin siquiera intencionarlo. Por eso recibí sus ofrecimientos con tanta naturalidad y esa falta de entusiasmo fue el mejor afrodisíaco. La química y mi mundo por descubrir fueron los pilares de un compromiso que no fui consciente de estar adquiriendo hasta que de manera irremediable mi corazón y la costumbre acabaron por sepultarme. Me enamoré de tal manera que ni los valsecitos peruanos podrían describirlo; fueron años de coqueteos incansables, cariños y palabras en diminutivo, hasta que mi encanto desapareció de pronto.

Yo trato de unir los hechos, pero sólo parecen anécdotas, por más que busco el hilo conductor no sé por donde se fue el amor. Es de esperar que después de conocer la intensidad, las personas como yo no sepamos como volver a nuestro centro. Totalmente desequilibrada todo me parecía oscuro en medio del invierno, sólo me aferraba a la efectividad de las predicciones apocalípticas para el 2012. Pero en todas las historias es necesario un giro dramático y esa última palabra define con precisión todo lo que sucedió después. El ser disfuncional con el mundo para mi siempre fue algo asumido, por eso comencé a relacionarme con mis pares, de hecho, mis fiestas de cumpleaños eran una peregrinación desde centros de salud mental y cuentos de terror, yo siempre asumí esa realidad de la manera más natural y logre establecer lazos y complicidades inimaginables.

Cuando estaba en medio de mi depresión recibí el apoyo de una gran amiga, ella, que vivía en un limbo entre la euforia y el efecto de sus medicamentos, logro conectarse con mi sufrimiento y decidió tomar cartas en el asunto. Como un zurcidor japonés uniré los trozos de tu corazón despedazado, anunció. Ella disfrutaba mucho de las frases rimbombantes y los actos de psicomagia.

Su primer pase de magia fue llevarme a visitar una discoteca, nunca tuve claro el objetivo pero pienso que fracase rechazando todas las invitaciones a probar pastillas de colores y encamarme con gente que me seguía al baño. Lo peor de ese fracaso fue terminar en urgencias rezando para que a ella le volviera a latir el corazón, como era la noche del vodka y se parecía tanto al agua, ella pensó que no habría problemas al mezclarlo con sus pastillas. Después de largos minutos revivió y pude volver a dormir a mi casa.

Sólo una exclamación, sin disculpas de por medio, fueron sus palabras para definir la experiencia de ese día, ante tal falta de criterio era lógico que continuaría con sus maniobras para sacarme de la tristeza y yo sin capacidad de reacción asentía a cada una de sus proposiciones. El segundo pase de magia fue comenzar a hacer ejercicio, como a ella se lo recomendaban para gastar energía supuso que la endorfina podría levantarme, sólo consiguió hacerme dormir más profundamente, aún pasmada siquiera producía sustancias químicas. A eso le siguió un corte de pelo, tintura y mucho dinero en ropa nueva que con el paso del tiempo me pareció peligrosa en avenidas transitadas, dos choques de vehículos mientras cruzaba la calle me dieron la razón, tanta refulgencia no es en vano. Yo pensé que al hacerme comer mucho chocolate había agotado sus ideas sobre como se pueden superar los quiebres amorosos, pero eso sólo era el preámbulo de su gran acto.

Ese día, al verla llegar con jeringas, la mire con espanto, pensé que planeaba mi autoeliminación de sobredosis como una performance perfecta para marcar para siempre a mi ex con la culpa, pero no fue así. Dijo que le faltaban implementos y me pidió calma, tras quince minutos me paso un guatero temperado que tuve que dejar sobre mi vientre. Extrañada seguí cada una de sus indicaciones, hasta que sonó el timbre y apareció una niña muy delgada con una bufanda de rosado fosforescente, lo sé porque después apagó la luz. Tras unos minutos de conversar a oscuras me aclararon que no era una mujer, sino que su amigo Vichenzo, un maquillador de buen corazón que se había ofrecido a ayudarme. Otro cambio de look, pensé.

Sin embargo no fue así, después de un par vodkas, comenzó a avanzar una película proyectada en la pared, yo sólo distinguía pedazos de cuerpo que después descubrí que eran masculinos, llenos de músculos y untados en aceite. Critica como siempre, opine que le faltaba argumento, porque todo era clímax.

Durante esos largos minutos sólo fuimos alumbrados por la bufanda fosforescente, de ahí que nunca supe lo que pasaba en el sillón con Vichenzo. Fue una sorpresa cuando apareció una jeringa muy cerca de mí, yo sólo comprendí todo al tener que afirmar con fuerza mis pantalones. Ella insistía en que quedando embarazada podría llenar esa ausencia que me atormentaba. Yo incrédula aún, luchaba porque ese líquido amarillento no ensuciara mi sillón mientras con la otra mano le arrebataba la jeringa.

No lograron convencerme ni con el test de elisa actualizado de Vichenzo. No era esa la forma de llenar una ausencia. Creo que ella algo capto de mi molestia pues me fui y deje de hablarle por días.
Quizás en ese punto debimos aclarar las cosas, pero como ninguna de las dos esta conectada con la realidad, nunca supimos como.

Cuando asumimos por pasada la situación volvimos a reunirnos, ella quizás habiendo meditado su actuación algo ilógica o simplemente por efecto de sus pastillas, dijo haber desistido de los pases de magia y de la desnudez en la vía pública, pero esto último era algo que siempre prometía sin cumplir.

Esa Tarde el plan era hacer algo tranquilo, tomar unas cervezas y quizás comer ceviche, dijo que conocía un buen lugar. Fue la mejor leche de tigre que he tomado en mi vida, mejor que la sertralina concentrándose en mi cuerpo, sentí energía para correr y saltar, pero termine tomando el micrófono en el karaoke; Camilo Sesto, Pimpinela, Ana Gabriel y toda la cebolla que no le habían puesto al pescado. Cante tanto sobre amores rotos que de pronto me sentía anestesiada, había sanado milagrosamente. Mire hacia el fondo del local y vi prendas de ropa volar por el aire, mientras distinguía el contorno de esa espalda apuraba el paso para evitar que mi amiga se desvistiera. Al parecer esa era la realidad de mis días normales, lo positivo era que yo si podía superarlo.

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