El simulacro cotidiano



Yo no sé bien porque pasan estas cosas, algunos dicen que es química, para mí es algo que escapa todo control. Desde lejos adivinas ese olor y la piel que estalla. Así como te miré, así como te repase en la memoria.

Ahora que me enfrento a balances y juicios, soplo las velas y deseo que todo se hubiera quedado en la piel, deseo no llevarte en mi corazón a todas partes. Cumplí años y sigo viviendo una vida que no se conecta a la tuya en lo absoluto, más allá de los seiscientos kilómetros, es otro ritmo sobre el cemento, un ritmo donde no importa saber que hierba me podría quitar esta presión del pecho que llevo desde niña, acá se vive sin entender las cosas que no se compran o las personas que no se venden.

Lejos, donde estas, lejos de la vida, escondida atrás de la rutina, soñando con abrirte a un mundo que no te de miedo. Lejos, donde estoy, sola y escondida atrás de las cosas, en este simulacro de vida que llevo a diario.
Yo no sé bien porque pasan estas cosas, seguramente en un punto también elegimos que pasen. Un punto del que nadie nos advierte, un punto en el que comienzas a cuidar plantas porque alguien le dio un sentido para tenerlas en tu vida. Al parecer eso son los afectos, aunque no los queramos porque complican todo.
Como todos los meses recibí mis vinos en la casa, los tome con mujeres que le dieron ruido a mi soledad cotidiana, vivimos un simulacro de afecto poco antes de dormirnos y en la mañana todo posible encanto desapareció, quedamos de llamar, de comentar fotos, de agregar redes sociales y algo en el camino nos hizo olvidarnos. Las risas, los besos, las comidas, la embriaguez, una y otra vez. Si me miras de lejos, nunca te verás en mi vida.

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