TorOnJiL de OLoR

Llevaba una semana intentando recordarla, mientras el mundo invadía mi memoria e intentaba arrebatarme sus pestañas, su olor, su boca, yo daba una pelea contra el tiempo.
Habíamos planeado un recorrido que por estaciones iría arribando hasta aquella gran confluencia.

Me miraba, la miraba. Yo no sabía si creer o tentarme por el escepticismo, pero continuaba ahí, respiraba y temía hacerla desaparecer dentro de mis pulmones, le exigía cordura a mis recuerdos, esa invasión que no discriminaba mi emplazamiento hacía ingresar su rostro de día, de noche, bulliciosa y en silencio me perseguía para desarmar la rutina.

Un plato roto me dio la alerta, caían de mis manos sin jurisprudencia objetos cotidianos imbuidos en la nula conexión con su vida. Ella atentaba contra la contemplación pasiva.
Pensarla de pronto señalaba una pelea no sólo ante el tiempo, sino ante cualquier otra cosa que me hiciera compañía. ¡Destructiva! me decidí arrojarla al jardín un rato, pero mi cultivo de toronjil de olor se secó, ella asumía así, el florecimiento de la felicidad.

Egoísta y grandicoluente señalaba rutas imprecisas para continuar persiguiendo su olor.
Cambiaba los muebles de posición para camuflar mi favoritismo fetichista, sabía que cualquier otra predilección podía desatar la exigencia de más espacio en mi vida.
Imprecisa alzaba mis hombros al ver esa invasión, sonreía sin dejar de temer. Pero ella no consultaba horarios ni costos, mi deber era aceptar el aterrizaje de la policromía en la opacidad que me iba sepultando.

Mi corazón me argumentaba mesura y conservación. Mi hígado levantaba una bandera blanca al verla aparecer, neuronas alborotadas sentían el jolgorio carnavalesco como su primera gran exigencia. Mi boca no quería hablar de nada, sólo al cerrarse mis ojos descansaban del hipnotismo pero así iban aderezando mi nueva alimentación de su cuerpo. No sabía si una tregua me convendría, el extrañamiento en la inauguración de mi risa, me hacía dudar, las cartas sobre la mesa no indicaban juego lógicamente victorioso, esa carencia cristalizaba mis miedos. Imprecisa, ella también se negaba a cualquier norma que diera pistas sobre a que atenerme. Llegaba revolvía en la oscuridad a la que enfrenté de niña como mi primer gran terror, resucitaba mis adversarios en la vida y me iba obligando a elegir otro sector de la cama en que dormir.

Recordarla hasta replegar su matriz a los dominios de mis sueños, hasta diseñar un descanso paradisíaco sobre su cuerpo, hasta domar el miedo como estimulo para apurar la carrera. Recordarla hasta secar el poder invocador ante el mundo y su tiempo.

Comentarios

Anónimo dijo…
triste
pero me gusto.
no me ayudas, nunca.
Anónimo dijo…
puede ser un poco tarde, pero dicen que mas vale tarde que nunca...creo en un momento haber dicho que tus lecturas me son complejas...y chuta que lo son...pero con esta algo paso que la lei de una...seria interesante escuchar de tu voca y leer tu mirada cuando lees uno de estos cuentos o particularmente este...como ya sabes que tienes intensidad en tus ojos creo que seria entretenido hacer una doble lectura jajaj, asi te conozco un poco mas!!!, besos cuidate mucho...nos volvera a encontrar el destino???...
Anónimo dijo…
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Anónimo dijo…
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