Del lado derecho

Ser feliz o dejar de serlo, al final todo eran conjugaciones. Me pudo haber querido pero no es más que pasado compuesto, de vacíos.

Yo vivía así de galopes hacia la nada, dando gritos para espantar los malos espíritus. Luego al ser la infeliz de siempre el líquido amniótico de la des-esperanza me hacía absorber cada día.

Nos miramos varias veces, para qué reforzar la idea de que mi deseo iba in cresscendo. Sus ojos eran unas curvaturas débiles en las que quería ser detenida. Me vio y me dejo de ver.

Era una época llena de geometría para mí, trabajaba agrupando rombos nacarados para una empresa de venta de intangibles. La paga era mala y mi desempeño hacia eco del desembolso. No creí hallar algo mejor, el mundo se mueve así de mal, debido a las venganzas que le cobramos a la vida sin confesarlo, justicia tácita.

Había poca emoción, de ahí que me olvidaba de la mayor parte de las cosas y subía a un altar la belleza que a veces me visitaba. La que jamás senté en mis piernas ni injurié, de haberlo hecho sólo habría puesto mis mano entre las suyas.

De jueves a domingo bebía, excedida, una vez bailamos pero su boca huyó. Ya era demasiado y decidí seguirla. La llamé, le escribí, declamé y perdí mis esperanzas, luego ya estaba el líquido amniótico. Y así la vida.

Cúmulos de promiscuidad adheridos. Intentaba camuflarme pero llamaba la atención, borboteando a las retinas, invadia. Sólo era luz, rafagas de pigmentos quimicos instalados en la oscuridad para delatarnos como siluetas policromas. Era un recuerdo y lo demás todo fabulado por mi cabeza.