DialéctiCa de la Imagen


No había sentido antes la adoración. A ella le gustaba leerme, observaba mis movimientos y los hacia ingresar en su sistema, antes de dormir los sacaba de la memoria y se imaginaba calzándome a su cuerpo.

Mirándome a través de sus ojos aparecía mordiendo mi labio inferior, con las pupilas dilatadas y producto del bombeo más intenso de la sangre el rostro pigmentado. Mis feromonas disparándose al detener su mirada en mis ojos, traspasándola hasta volver a ser yo.

Adormecí su conciencia y sometí la recepción de manera exclusiva a mis estímulos. No sé como de un par de cuerpos organizando roces y seducción, ella construía el adorarme. Anotando detalles sin intentar siquiera ver mi humana simpleza.

Mover las pestañas, humedecerme los labios tocar con la yema de los dedos, eran actos reproducibles. Ella en su memoria los armaba, quería capturarme y yo escapista desaparecí hacia el norte.

Un día nos encontramos en una calle de adoquines. Ella abrió su cuaderno y sacó un dibujo. Dijo haber interpretado algo de sus lecturas fugaces. Era yo, de ceño fruncido en la última mueca que quise mostrarle. La miré a los ojos y le di las gracias.

Días después entre unos planos volví a encontrar el dibujo, ya no estaba enojada, en el fondo había tristeza, eran unos trazos simples organizados para dejar en evidencia como estaba yo dentro de sus ojos. Fugaz percepción que en el fondo sólo era tristeza disfrazada.

Comentarios

Anónimo dijo…
¡Excelente! ¡Buenisima historia!

Ah y buen retrato, pero tú eres mucho más bonita en persona. Hay que capturarte sonriendo.

Saludos
Anónimo dijo…
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Anónimo dijo…
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Anónimo dijo…
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