Sobre ruedas Me da hambre de ti

Yo era feliz cuando te acomodabas en mi vientre y me ofrecías tu corazón al dejarlo frente a mis ojos. El verano en que nos dedicamos a jugar no pude percatarme de lo generoso de cada uno de tus actos, me dabas tu cuerpo como un juguete y yo como niña te recibía alegre.

Estábamos en un proceso de detención del tiempo, a veces ocurría otras no. Pensé que variando las percepciones habría más posibilidades para mí. La velocidad en que transcurre todo me pareció una clave, aprendí a rodar. Mi primer minuto en patines fue reconocer un equilibrio precario, el mundo empezó a deslizarse bajo mis pies. Las horas que continuaron fueron un movimiento incesante de cosas a mi alrededor y de inexplicables caídas.

Recuerdo como te gustaba rodar junto a mí, yo con la excusa del equilibrio tomaba tu mano. Generosa, te me entregabas por retazos: Ese día decidimos caminar, quizás nadie decidió y sólo avanzamos paso a paso, con la velocidad humana que se nos permitia, llegamos a la estación tras varios pasos, una vez dentro debíamos continuar avanzando, tu me dijiste que las coreografías necesitaban de ciertas definiciones, lo leí como el instarme a comenzar nuestra relación más seriamente. La noche nos cayó de sombrero y nos amamos con los patines puestos, desde ese día no deje de desearte, pero a veces tenía que estar descalza.

Cuando caí, la fuerza de gravedad sólo hacía su trabajo, el rasguño en mi epidermis pasaría, no llore por eso, fue tu lengua conectada con mi interior lo que removió algo más en mi pecho, esa emoción acabó por desmoronarme. Así era la coreografía a la que te habías referido, si hubiese sabido leer; La aerodinámica se puso en juego y comencé a perseguirte para que tu lengua empezará a degustarme.

Siempre te dejabas ganar, yo estiraba mi brazo y ya te estaba enrredando. Desde ese minuto la velocidad y el paladar quisieron aliarse.
Así comienzan los problemas y las derrotas, con estrategia. Nuestra obsesión insana aumento el grosor de muslos y aspereza bucal, el mundo en zapatos era un rallentto innecesario. Los otros miraban lo nuestro como un amor, tú y yo sabíamos de lo enfermizo.


Tratamos de superarlo varias veces, fuimos a grupos de ayuda y nos sentimos mejor al ver a la gente que asistía, pero la desgracia ajena era un festinar constante en nuestras vidas. Esa noche había una luna amarillo añejo, me saque los patines y quise sólo tocarte, pero entre tus piernas y en pleno delirio nada parecía razonable y todo me era posible, explicable, sencillo, intenso, tu sabes, muchas veces, incluso, grite que te amaba. Nuestro secreto no parecía tan imperdonable, sólo una rareza compartida.

Ese día fuimos al parque, mirando al resto y jugando a adivinar lo escondido en cada quién. De pronto llego un travestí alcohólico a saludarnos y pedir una moneda. Él nos aconsejo sobre el amor y el aceptarse, a pesar de que había confesado sus cirugías esteticas y el alcoholismo para soportar la vida, fue nuestro aliciente.
La vida no era justa con nadie, para qué censurar nuestra obsesión caníbal. Esa noche desde la lengua pasamos a los dientes, nuestros primeros mordiscos fueron leves y sellados con desinfección. Al andar por la calle en patines las personas lo atribuían a un accidente compartido, las otras huellas estaban bajo la ropa.

Ya había dejado de ser feliz con sólo hacer que te acomodaras en mi vientre, cuando ponías tu pecho en mi rostro sólo quería quedarme con uno de tus pezones rozando la dentadura y paredes bucales. Tu generosidad por retazos fue intensa para mí, todavía no dejo de degustar trozos del sector superior de tu espalda, para no intoxicarme. Es resto del cuerpo, huesos y piel, son sólo un juguete que me mantiene alerta en los días extensos en que quiero devorarme el mundo con la mirada acelerada por las calles, sobre ruedas.


Comentarios

Anónimo dijo…
XENIAL COMO SIEMPRE!!!

Felicitaciones.... Muy Bueno!!
Anónimo dijo…
Me encanta tu erotismo... en palabras, en como vives y espero que alguna vez en mi cuerpo.

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