Esperando Canela

Siempre fui una mujer con temores y mis apuestas se regían por la mesura, sin control o con la simple sospecha, tomaba mi ropa del piso y huía. Esas precauciones me fueron habituales hasta que descubrí el pocker y mi manejo de la mentira me llevo a jugar con todos los riegos, ganando las mayores glorias a las que los viciosos pueden aspirar. Mi mano era buena y ella lo sabía, de ahí que en ese juego ambas decidiéramos pasar y perder lo menos posible. Quizás eso del azar esconde cierta sabiduría, confiando secretamente en ordenes incomprensibles centraba en el juego aquello del riesgo.

Yo quería besarla, pero en lugar de eso, al tocar su cuello le pregunte si estaba a punto de sufrir un ataque cardiaco. Me miraba con las pupilas dilatadas, pero sin anteojos nunca he podido leer, si ella hubiese sido un dibujo con la bidimensionalidad me habría sido evidente, pero su existencia en tres dimensiones lo complejizaba todo, siempre mesurada guarde mis feromonas y partí veloz. Después de un tiempo todo se transforma en costumbre y como lo cotidiano nos vuelve aún más ciegos la deje de ver cerrando las apuestas.

Por esa época el infierno pasaba una excelente temporada, debe haber sido esa la causa por la que ella, llena de los peores vicios, me parecía tan encantadora. Esa noche amarre las palabras de manera tal que ella quedo muy cerca de mi cuerpo, sólo me restaba caer.

La tentación siempre me fue problemática, sólo podía sacarla de mí al sucumbir como normalmente les sucede a los mortales. Su cuerpo me describía en el aire un mensaje que algo tenía que ver con las feromonas, sin razón sólo me dejaba eclipsar. Estaba en ese proceso cuando descubrí que no sabía que hacer, las mujeres bellas solemos carecer de recursos expresivos en esa área, la lleve a la habitación y nos desnudamos, sospechaba que debían ocurrir reacciones químicas en nuestra piel que nos darían la respuesta.
Inspeccionándonos fue todo sorpresa, busque mi ropa y en un bolsillo guardaba gomitas azucaradas, esos sabores frutales destellaron en su espalda, como tengo debilidad por el color comencé a saborearlos, mi lengua cercaba algunos espacios y ella por extensión recibía parte de esa dulzura. Todo era un ritual bastante hermoso, hasta que se le ocurrió moverse y de pronto las gomitas se nos enredaron en la boca y entre tanta confusión mordíamos cualquier cosa, ella era dulce. Como todo en mi vida, la disfrutaba con culpa, después de los 25 años las mujeres ya no eliminamos el azúcar rápidamente, ella propuso acelerar el metabolismo con una extraña postura para los abdominales, mi corazón desesperado brincaba de mi cuerpo al suyo, después de horas decidimos ver como se daba la dinámica con la ropa puesta, quisimos hablar pero para aquello había estado todo el tiempo antes, cada palabra que salía de su boca era capturada en el aire y la retornaba a sus pulmones.

El otoño llegó y con él vino el frío, elegimos un día a la semana para que todo fuera un abrir y cerrar de botones y de cosas dulces en su boca. Me daba sed verla desnuda, a veces hasta oía una música extraña de su cuerpo, ella decía que así sonaban sus orgasmos, ninguna tenía claro que hacer después, por eso ambas confiábamos en el azar, pero esas decisiones no las toma el tiempo, las cartas debían hacerlo. Improvisamos una mesa sobre nuestras rodillas, ella partió el mazo y mirándome a los ojos quiso convencerme de aquello que no era real, como nunca caí. La reina del pocker hizo una mala, muy mala apuesta.

Comentarios

Entradas populares