Travesía


Mi cuerpo se adelanto por días a cada movimiento, lo imaginó y organizó su coreografía. Pero el cuerpo es cuerpo y cuando el día llego, poca autoridad tuvo esa organización previa, quizás fue el mismo licor que me dio la valentía el que me hizo olvidar los movimientos perfectos.

Las cosas que existen suelen no tener forma y ser bastante rebeldes a la instrumentalidad, eso existía y a ninguna de las dos nos servía, era sólo una pérdida de tiempo y energía que luego nos llevaría a reconstruir y repasar constantemente cada detalle. “Hasta pulverizarse los ojos” escribí en su espalda un día, al día siguiente le dije que se olvidara de eso de los limites y me pegue a su pecho. El frío nos resguardaba en plena primavera, como si al invierno le hubiese quedado algo por hacer, quizás sólo ayudarnos con excusas para mantenernos cerca.

Es tan poco lo que sé, de ahí que suela mirar el mundo como si fuera la primera vez, todos mis descubrimientos se transforman en instantes filosóficos quizás por conocerme tanto no le extrañó que jugara con su cuerpo toda una tarde; cerré las cortinas y le alumbré la espalda con mi celular, recorrí su cuerpo por retazos, sólo por aprender a reconocerlo.

Temiéndole a las cosas que existen, intentábamos dedicarnos al juego, a ese espacio sin reglas estables ni control, del que ninguna de las dos quería ser parte. Yo jugué a dibujar líneas curvas en el aire, que luego se transformaron en su cuerpo, al entrar en contacto la regla del juego era seguir los bordes hasta que alguna otra regla se nos fuera ocurriendo. Ella jugo un rato a reconocerme pero el cansancio la venció sobre mis tatuajes y se durmió por horas pensando que era parte de mi cuerpo.

No tengo muy claro porque, pero a su lado para mi amanecía cinco minutos antes de que se asomara el sol, lejos suyo la noche y el amanecer volvían a su curso natural. Quizás el no poder explicarme debió ser una señal, cuando algo se parece a la magia es el primer indicador de que tambalea la razón.  

Llevaba meses preparando mi viaje, así es eso del futuro, siempre se sacrifica el presente soñando que la felicidad puede estar un paso delante. Concentrada en las razones no me di cuenta de mis ganas de evitar ese espacio, de cerrarle el paso a lo real y dejar al juego y la magia mostrarme lo que en verdad somos. La conocía un poco, un poco desde antes de aprender a re conocerla, por eso siempre supe que se iba a tapar los oídos y los ojos, porque no le gustaba preguntarse el porqué demasiado, porque en eso se le podía ir la vida, le daba susto recordar que sentía y era un poco más cobarde cuando se acercaba a mi y podía sentirme. Lo que es yo, a mi no me importaba nada.

Varias tardes sentí la primavera a la vuelta de la esquina, pero el frío no terminaba, en pleno octubre llovía en Santiago  y mi viaje cada vez estaba más cerca. De verdad quería que los cerezos florecieran, pero la bruma regresaba incansablemente, ya me había resignado y el buen juicio me había conducido por el mundo de los inventarios de cosas; grandes cajas con nombres y descripciones, cosas que a veces eran recuerdos o que representaban otras cosas. Así se me iban los últimos días, entre dibujar en el mapa los caminos por recorrer e ir sellando las cajas con lo que quedaría atrás. Ella continuaba siendo esquiva como la primavera que aparecía y se alejaba  después de recordarnos que la vida tiene otro color a veces.

Fue una tarde,  mi departamento estaba vacío, unas horas antes habían partido las últimas cajas y sólo quedaba una cortina por la que entraba la luz de colores, ella se acercó a mirar dentro de mis ojos, adivinaba del mundo ahí dentro. Abrazadas nos quedamos imaginando que la luz nos envolvía, que era eso y no otra cosa. Le tome la mano y la lleve a la tina era nuestro lugar favorito, siempre le encantó porque parecía detenida en el tiempo, a mi me gustaba por nuestros recuerdos. Nos acostamos sólo para dejar reposar un cuerpo sobre otro, para cerrar con abrazos esa estación extraña. En algún momento me dormí y soñé que su cuerpo me escondía, que me llenaba la boca de sabor a canela, cuando desperté no estaba.

Al día siguiente me maree entre bolsos y  tantos abrazos tan diferentes, recién logre pensar en el avión, largas horas repasando su piel en mi memoria, casi dibujándola en el aire. Al llegar comencé a recorrer de inmediato, a comerme lo nuevo con los ojos, a detenerme en lo diferente. Había una feria de libros usados y cosas coleccionables, encontré juguetes en miniatura representaciones de casi todo lo imaginable desde inicios del siglo pasado. Ya en la plaza, busque el mejor encuadre, quería fotografiar el inicio de la travesía. Supongo que ella debe haber sonreído al ver la imagen de esa iglesia tan famosa y en un extremo una reproducción exacta de la tina en miniatura.

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