OreJa en LiquiDo verdoso


El no tener suerte es un problema familiar, genético diría yo.
Los accidentes nos persiguen, como esta nube negra que me sigue a todas partes.
Soy huérfana por destino; mi papá embarazó a mi madre y se fue a hacer unos negocios al caribe, su avión cayó, él sobrevivió, quedo en una pequeña isla esperando el rescate, a los tres días se desesperó y al ver pasar un helicóptero, ante el miedo de no ser avistado, disparo la bengala de naufrago, la que impacto directo en la hélice, dejando toda la vegetación tropical en llamas; como era una isla pequeña, no le quedo más opción que lanzarse con su chaleco salvavidas al mar. Estuvo flotando por horas, hasta que un crucero que pasaba por ahí lo rescató. Dicen que mi padre creía estar maldito, no quería salir de su camarote hasta llegar a un puerto, una mujer lo convenció que al haber sobrevivido tan milagrosamente tres veces, era un hombre afortunado. El se lo creyó y decidió salir a disfrutar del crucero, unos pasajeros bajaron a darse un chapuzón en las cálidas aguas turquesa, era parte del paquete turístico; Papá convencido de su buena estrella bajo junto a ellos y tratando de un modo arriesgado, demostrarse que los dioses estaban con él, se alejo nadando, por eso no alcanzó a llegar al crucero cuando una mujer obesa que flotaba por su propio peso, gritó al divisar una aleta. Lo devoraron los tiburones, lo único que rescataron de él fue una oreja.

Mamá desecha, me tuvo en un luto permanente desde que nací.
Viví recordando esa historia, rezándole a una oreja que flotaba en un liquido verdoso en medio del living, rogándole no haber heredado esa suerte, sólo con la moraleja que no hay que confiarse, siempre todo puede ser peor.

Mi madre me mantuvo encerrada en su paranoia constante toda mi infancia. Ella misma hacia la pruebas de toxicidad a mis juguetes y los revisaba de un modo meticuloso. Después de pasar esa etapa se volvió aún más aprehensiva, ante pequeños sarpullidos amanecía junto a mí en el hospital temiendo lo peor. Uno tras otro especialista trataba de explicarle que gozaba de buena salud, pero aún así ella me llenaba de ungüentos antes de dormir, yerbas medicinales para prevenir la tos y ante tanto excesivo cuidado mis defensas se relajaron, mi salud decayó, por pequeño que fuera el virus caía grave en cama y mi madre pasaba de rezarle a la oreja de papá a maldecirlo por la suerte que le tocaba vivir.
Con el paso del tiempo no sé si las cosas cambiaron o todo se transformó en una rutina de vida. Mi madre confiaba en tiempos mejores, al otro día de mencionarlo en la cena, piso un jabón en la tina y cayó, quedo paralítica.
Desde ese día, juró que todo sería una mierda, como una predicción, el futuro lo fue.
Ante la inminencia de que me pasaría el resto de la vida cuidando a mi madre que no podía controlar el esfínter, los pretendientes que cosechaba desaparecieron, como desaparecieron también amigos, prestamistas, familiares, dinero, sonrisas, en fin todo lo agradable por pequeño que fuera.
Sumida en mi propia soledad y rodeada de todos los fantasmas que habitaban en la casa o en nuestras mentes, la vida se me fue oscureciendo y la piel aclarando de tanto encierro.

Al parecer mamá hacia sus mayores esfuerzos en que todo fuera peor para mí, quizás en la forma retorcida con que miraba la vida, esperaba causar el efecto contrario.
Los años se dilataban. Inmersa en la rutina de controles de salud, pañales para adultos, malas palabras y desesperanza. Hasta que mi vida estuvo arruinada de un modo irreversible, sólo en ese momento algún Dios distraído oyó mis plegarias y mamá murió una noche ahogada con saliva.

Libre de cargas, algo paranoica e hipocondríaca, viéndolo todo negro, sin sueños ni títulos, tuve que salir a enfrentarme al mundo.
Provista de una inigualable experiencia en cuidar enfermos, con un curso de primeros auxilios tuve como ganarme la vida, las desgracias fueron atraídas a mi oficio.

En la época desesperanzada que vivía, apareció y no quise alegrarme, temía con eso asegurarle una muerte extraña, así es que de a poco fui acabando la indiferencia e inaugurando las líneas de expresión en mi rostro.
Era el amor la única exótica enfermedad que no me había atacado, si lo hubiese visto así habría arrancado, sin embargo permanecí ahí, dejando que me devorara. Como un león endemoniado se abalanzaba sobre mí, en sus fauces pasaban mis noches, sin dolor ni fantasmas, llenas de gemidos novedosos en mi repertorio.
Según el tao, él era el fuego y yo el agua, si hubiese sabido, habría adivinado de sus costumbres pirómanas.
Habíamos pasado la noche juntos y en la mañana yo debía atender a un anciano cojo y prostático, cuando volví todo era ceniza, mi casa, mis recuerdos, la oreja de papá, mi corazón, todo. Mi única e incendiaria historia de amor acababa así.
Quise sobreponerme, por esa época Celia Cruz solía cantar que la vida era un carnaval, tarareando miré hacía el pasado la exhibición de esas muecas expresionistas. Siguiendo las pautas de la sabiduría popular, salí a caminar para pensar un poco. Esa tarde recorrí el parque, miraba pasar a los niños y sus madres, el jolgorio alrededor del algodón de azúcar, la risa y los juegos que siempre soñé. Una sonrisa apareció en mis labios, degustando un poco de aquello que la amarga existencia me había vedado, descubrí en mis manos pegoteadas una esperanza.
Las palomas comenzaron a rodearme, no tenía migas, pero una serie de pelusas se habían adherido a mis manos, se las comieron igual, fue cuando ellas se fueron que sucedió todo. Cuatro tipos aparecieron de la nada, con un cuchillo en mi cuello me obligaron a pasarle el reloj, anillos y chaqueta de cuero, también se llevaron la esperanza que se había escondido en un bolsillo.
En ese momento mi caminata surtió efecto, las palomas empezaron a planear sobre mi cabeza y desde el cielo enviaron la respuesta, estaba cagada y no había más remedio, para que pensar en amor o en recuperar la luz y la infancia perdida, era más lógico y sencillo automatizar la desgracia y dejar que hiciera lo suyo conmigo, resignación.

Comentarios

Anónimo dijo…
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escribana dijo…
Por qué olvidarme... si soy un tan bello recuerdo? je

Me gustaría saber quien eres, por qué el anonimato? y bueno escribo mucho, pero es más para mi tesis y esas cosas más racionales.

me dejan contenta los comentarios, gracias.
escribana dijo…
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