Poseer

Estábamos comiendo una trenza rusa, las migas se repartían por la cama y entre su pelo enmarañado.
Ella me preguntó si mi vida valía como para arriesgarla por algo, le respondí que por un niño, sin dudar. Nos miramos y temí que tras esta revelación creyera estar ante alguien bueno. Le había abierto el pecho pero no esperaba quedarme atrapada ahí.

Tomaba el declive de su espalda y sabía que ella era mía, podíamos dormir sólo tocando algún retazo de nuestra piel, me calmaba enredándose en mí.
En la mañana desperté y en su oído dije las palabras, como le costaba separar las pestañas no temí empezar a susurrar. Me pidió que la amara, yo siempre intentaba cumplir sus deseos.
Era erotismo y su corazón. Todo varió en un minuto, no sé como fue ni en que lugar, caí hasta que la fuerza cortó un tendón. Un yeso enorme inmovilizaba mi pierna, desde ese instante y por unos días dependía de ella.

Me bañaba, me vestía. Sólo era disfrutar del control que ella ejercía en mi cuerpo, su mano separándome las piernas, adivinando la temperatura que dar al agua que luego iba a dejar caer por mí. Era una delicia sentir cuando ella se adelantaba a mis deseos, cerré los ojos y pude entregarme.
Mi cuerpo se erizaba con facilidad pero no podía siquiera contraerlo, fue placer y luego espanto; la espuma ardía, ella confundió mi jabón astringente con el de glicerina. Llore un par de días y ni su boca pudo sanar.

Intentaba aprenderme, pero su lógica sólo me maltrataba, por más pausados que fueran sus movimientos, no había delicadeza. Sus manos estorbaban la perspectiva e iban borrando los trazos con que ella dibujaba caminos para llegar a mí.

No sé como lo hicimos, el deseo se encargó de superar los físicamente posible y encajamos. Apretaba su espalda con la mandíbula ella como una ventosa dejo una aureola morada en mi hombro.
Ya había perdido la esperanza sobre el amor y sus abrazos flacos y mentirosos, la sentía y mis labios se humedecían. Hacerle el amor se transformó en nuestra forma de comunicarnos, después de eso los atochamientos se distendieron.
Adivinó como coronarme con flores, encendió velas y me erigió como su Diosa, pero los días de dependencia e inmovilidad tenían que terminar, nos acostamos sin pensar en que amanecería, ella dejó abierta la llave del gas y no supe.


Comentarios

Anónimo dijo…
Hola hace mucho no leía nada de su blog, me gusto la historia.

Sinceramente la dependencia absoluta hacia otra persona y esa extraña forma de demostrar "cariño" inculcando y forzando ser una persona prescindible en la vida de uno...es algo que me espanta, el sentir que invaden y se apoderan incluso de mi tiempo ocioso es algo que me produce un ahogo físico...

Recuerdo haber visto en los años 90 y algo la película "Boxing Helena" donde se muestra el deseo de posesión en una de sus formas más perversas y desquiciadas (o sea una pela de cable), en castellano se llamaba algo como mi obsesión, obsesivamente…no recuerdo pero al caso da lo mismo, otra vez me desvié del tema y seguramente también la has visto esa película.

Intentare visitar y leer tus historias con mas frecuencia
Cuidate mucho, disfruta la vida
Diva dijo…
Hola nena. Aká sigo en mi extremo boreal. Mmmm, me pediste comentara y pues como crítica te diré: La historia es buena, pero si tienes errores en la sintaxis. Te mando más observaciones a tu e-mail. Besos blancos para tí.

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