Opacidad de aNimAL



Hay personas que nacen con la capacidad de disfrutar de la existencia, con esa rara brújula que los conduce a los momentos felices. Otras, como yo, viven en la opacidad inconsciente. Para algunos es el mundo, la modernidad en escena se encarga de asesinar lo humano, para otros es una constante que se delinea a través de los tiempos, un eco perpetúo que nos grita la fatalidad que se halla en la desesperada búsqueda de un sentido.
Yo creo que la conciencia de esta lucha contra los días es la que nos termina sepultando. Es difícil ser feliz, hoy en día la dicha se exhibe en la embriaguez al permanecer de manera inalterable unido sólo por inercia al movimiento de la tierra. La condena a la búsqueda del amor marca nuestra vocación autodestructiva.
La risa que se censuraba en la edad media, era considerada un peligro dentro de ese contexto que señalaba el ocaso de la cultura, la estruendosa hilaridad de vivir en la derrota humana quería ser acallada por la inquisición. Al pasar de los años esa burla se silencia también, a nuestra derrota le imprimimos la evidencia.

La ausencia de un gran cúmulo de reacciones, la ausencia de estímulos que las provoquen, esta quietud en que se van ahogando los segundos, es el gesto valiente con el que no escondemos nuestro vacío. La última esperanza que era el sentir, socavo la tierra fértil, se inyectó sobre nuestros poros e ingresó en el sistema.
Inexplicablemente tras eso, amaneció.

Afilaba gran parte del sentido, luego me ataba y obligaba a abrazarla. Me pedía detener la sátira en nuestro juego, sin embargo cada palabra decidía impregnarse de una necesidad de amor compulsiva, era la risa que tanto me dolía oír.

Geografías abyectas, mezcla erótica de su tiranía y la mia. Sometiéndonos al dolor, conversábamos sobre el frío que traspasaba la carne, sobre labios adormecidos por la sal, sobre esa evasión ineludible en nuestras vidas. Luego todo era terror y carreras a un destino fortuito.

Nos desencontrábamos de manera constante y aún con esa seña que nos hacia el destino, continuábamos en nuestra distracción. Ella exhibía orgullosa la vanidad y el egoísmo, con carcajadas machacaba mi fragilidad. Yo escondiendo con pudor mi tendencia a protagonizar tragedias, espectaba de la iluminación provisoria que la seguía a todas partes.
Entre los muros que custodiaban mi lejanía constante, había diseñado un par de mapas, a veces la lucidez me invadía, sonaba la cajita musical y su aparente vacío se decodificaba, sólo notas musicales disgregadas por precaución. No tenía fe en el arribo de alguien a mi mundo, sin embargo las instrucciones señalaban prolijamente ese espacio indefinido.

Cuando aterrizaba en el mundo me gustaba sugerir mejoras en el alumbrado público, se me consultaba sobre alguna historia y la posibilidad de dudar ante nuestra existencia. Yo me negaba a la idolatría sin embargo la palabra precisa siempre escapaba de mis labios y se dejaba fotografiar. Las preguntas fraguaban el camino de mi socialización y sin sentir jamás la otredad ante mis respuestas, aplicaba la formulación más lógica.

Beber el sudor de algún cuello no indicaba dependencia emotiva, los sonidos articulados en las noches, daban muestras de gran seriedad, no había espacio para diversiones desbordadas, porque el amor estaba censurado junto con la ropa. Y aunque mi elocuente comportamiento no dejara espacios al hedonismo como filosofía plausible, mi muy silenciado corazón requería de manos tibias acariciándome la espalda.

En esos momentos, el sigiloso sentir repelía a balazos los ataques homofóbicos que habían en su alma. Complicaciones insensatas aderezaban su existencia, la claridad era utilizada para secar ropa y en su lugar, reinaba en sus ideas la conveniencia consiente del yo. Ella era una felicidad amenazadora.

Sin parangón alguno, convivíamos en la tierra. Equidistantes sin líneas perpendiculares de conexión. Ella sonreía y yo sólo evitaba llorar, sabía de la abundancia reprochable de risa en su boca, pero la atracción era parte del antecedente de mi vocación autodestructiva.

Ella solía venir, desconociendo reglas geométricas, aterrizaba en mi vida. En ese segundo exacto, sucedía aquello inexplicable, amanecía.
Viviendo de constantes momentos crepusculares, mi ocaso y su despuntar, se desentendían de horarios precisos y teñían el cielo a medio día media tarde o media noche. Prácticas de eróticos solsticios nos iban cambiando la antigua escenografía.

Su corazón desesperado brincaba ante el mío, sometiendo mi opacidad a la pasional necesidad de quedarse a dormir entre mis brazos. Mis historias y sus canciones mezclaban la domesticación, hasta hacer irreversible mi sometimiento a la tiranía erótica de su pasión. En ese momento todo pareció oscurecerse.
Las sombras siempre requieren de una luz para existir, ella me iluminaba y yo sólo podía proyectarme, delineaba así, el destino trágico al que se dirigía mi vida. Los muros que me habían aislado de ruidos molestos desistían de su cometido ante el canto embriagador.

Mordisqueando la carne de sus labios hallaba a su existencia pletorita de aire. Inocua en su compuesto no entendía como había podido envenenarme. Me aleje unos pasos más adelante, como todas las sombras precedía cada hecho. Desde la casa vecina miraba su recorrido sobre la alfombra, abría el refrigerador y bebía leche de soya. Con mímicas indescifrables inventaba juegos para mí, desconocidos, yo expectante la miraba hacer.


Desaparecía yo de su vida y ella embriagada de su compañía olvidaba mis brazos y reía.
Carcajadas trizaban de a poco la ventana. Mis oídos diestros se guarnecían, tintineaban las nubes de pronto y la lluvia se desataba tempestuosa. Ella cobijada hacia ronronear a un peluche, pequeñas ráfagas de mi presencia delataban que algo faltaba en el hogar.
Miraba desconcertada los rincones, encendía luces y reflectores. Cubriéndose la cabeza trepaba al naranjo en el patio. Miraba bajo la cama, hasta distraerse con algún juguete y regresar a la risa. Agotada, se acurruco dormida. En ese instante de un zarpazo abrí un espacio en sus sueños. Sabía que en el precario equilibrio en que se desenvolvía su lucidez, la inconsciencia tomaba riendas firmes en la orientación dada a sus impulsos.

Estábamos en ese espacio incendiario señalado por nuestros cuerpos empecinados en mezclarse, ella se perdía en una frase en mi oído, yo desde su boca recogía la necesidad de equilibrarnos en ese limbo en que se había transformado nuestro cuerpo.
Mi pulgar hundía su silueta dactilar, todo era piel. Ella confundida me dejaba navegar por sus caderas, detenía mi boca entre la suya y silenciaba cualquier atisbo de narratividad, destilábamos los besos para no embriagarnos. Ella reía, una luz enceguecía mi mirada, su riza, vidrios que caían de sus besos, todo era eco, eco.

Comentarios

Anónimo dijo…
si Danitza..es dificíl ser feliz!
ojalá luego las converse verdes lleguen .. y cambie tu brújula ..
te quiero
au revoir
Anónimo dijo…
parece que sí estás enamorada
ojala tu corazón este pronto listo para ser usado denuevo, sin parches, sin nada que te até.
Anónimo dijo…
Nadie puede merecerte... menos la flor del principito
Anónimo dijo…
por qué nadie puede merecerla?
yo no la veo inalcanzable
escribana dijo…
personas anonimas se ha puesto a opinar sobre lo que pasa dentro de mí, aunque esta sea una vitrina, no soy transparente. No me he enamorado y menos mal que no es así.
Pero podrían comentar algo sobre mis cuentos? antes nadie me había mencionado sobre los inmensos problemas de redacción que sufro.

pd y por lo menos tengan la sisnceridad de decir quienes son. hablan de mí y no tengo pito que tocar. :(
escribana dijo…
pd 2: *era sinceridad, no agreguemos nada sobre mi ortografía o dejo de escribir.
Anónimo dijo…
No es que sea inalcanzable, uno llega a un par de estratros, despues yo creo q ella pone un filtro o algo asi.

y merecerla... es sólo que tanta intensidad uff!! no la tiene cualquiera y no la ha tenido para mí. Y ahora no la tiene para nadie asi es q no es tan accesible para ti tampoco.
Anónimo dijo…
tus textos me gustan mucho, desde la primera vez que los leí... algo me paso... no sé.
mmmm para que decir quien soy y asi arruinar la sorpresa????.... noooo
mejor sigamos asi, no te parece?


vitrina?, nunca te vi asi, aunque uno se da cuenta de muchas cosas cuando lees de alguien.
y que pena que no te hallas enamorado, yo creo que es algo lindo, que todos debieran vivir.

chao.
escribana dijo…
Si me enamore una vez, hace años, digo que ahora no estoy enamorada y que me parece bien eso por qué la persona que me interesa realmente esta llena de espinas y soy demasiado sensible de piel.

Sé que sentimiento es ese y me encantó largamente.
Anónimo dijo…
Y no intentaste arrancarle las espinas una a una? Quizas ella necesitaba a alguien que lo hiciera prontamente.
escribana dijo…
ella no me dejó, nisiquiera me dió la posibilidad de pincharme un dedo.
Anónimo dijo…
Danitza:
Hola, no me presento porque nos conocemos,o mejor dicho, nos hemos visto mil y una veces.
Tuve la curiosidad de entrar a tu blog, puesto que Eugenia Brito habló bien de tus cualidades... Y leí tus cuentos. No te escribí. Después de 6 meses los vuelvo a leer y creo poder dar una opinión.
Me gusta tu forma de concatenar las ideas (¿o sentimientos?), pero tu prosa me recuerda a Severo Sarduy y su "Cobra"... a Omar Calabresse... Sí, yo también estudié con Rojas.
Creo que puedes explayarte muy bien, puedes dar el sentido a la historia, pero no engancha -a menos que sea yo una sentimental absoluta-. Esa falta de conexión creo que es por el exceso de adjetivos... en algún momento se pierde el ritmo del cuento, y éste, en su calidad de cuento, no puede permitir que el lector se pierda en los calificativos (a menos que tu meta sea esa misma, como el neobarroco...).
Por otra parte, reconozco -y también en mí reconozco- la mano de mucha lectura, de mucho texto difícil... de mucha Facultad de Artes. Y no lo digo como una crítica, sino más bien como la constatación de que nuestra narrativa se contaminó de la intelectualidad. Lamentablemente, el que lee cuentos desea evasión... De lo contrario, sólo seremos leídos por los de nuestra misma especie... al igual que el maldito arte que sólo se entiende leyendo a Derridá.
Mi amiga, apelo a tu simplicidad, a tu narrativa sincera, limpia, tuya; ajena a las secuelas de la inutilidad intelectual que han puesto al arte y la literatura, prácticas que deben emocionar...
Saludos cordiales,
tu compañera de aficiones.

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